Las lesiones fueron el karma de Atlético en la pretemporada. Guillermo Acosta fue el primero en caer: “Bebe” sufrió un desgarro en el sóleo durante la segunda semana de la preparación física. En Buenos Aires, la situación empeoró: Adrián Sánchez, Gianluca Ferrari y Miguel Brizuela también padecieron lesiones musculares. Los dos primeros sufrieron desgarros en el sóleo, mientras que Brizuela salió con una molestia tras el duelo frente a Huracán. “Es un pequeño desgarro”, indicó Lucas Pusineri, a la salida de “La Quemita”.
Incluso puede sumarse el caso de Nicolás Laméndola, quien sufrió un traumatismo en el pie y se perdió el partido contra Lanús. Además, Marcelo Ortiz terminó con un vendaje en una de sus rodillas tras el encuentro con Huracán.
Según explicó el cuerpo médico “decano”, la causa principal de las lesiones sería la dureza de los campos de juego. “Tanto en el complejo Ojo de Agua como en Villa Domínico nos entrenamos en canchas duras y eso complicó a los jugadores”, señaló Patricio Peralta, kinesiólogo del “Decano”.
La recuperación de este tipo de lesiones atraviesa cuatro etapas: la primera está a cargo del kinesiólogo; la segunda incluye una leve movilidad, supervisada por los preparadores físicos; la tercera se enfoca en la readaptación física y la cuarta implica una aclimatación táctica al equipo.
“Sánchez y Ferrari están en la primera fase, mientras que ‘Bebe’ ya comenzó con la tercera”, indicó el preparador físico Cristian Mustafá, responsable del reacondicionamiento de los futbolistas.
La recuperación de un desgarro demanda alrededor de 21 días, aunque en algunos casos la cicatrización puede ser más rápida.
“En el caso de los desgarrados, se realizan masajes y sesiones de fisioterapia. También se evalúa si el jugador puede caminar o trotar. La idea es acelerar los procesos, pero todo depende de la dolencia. Eso sí: todo tratamiento es activo, porque mientras más se mueven los jugadores, mejor”, explicó Peralta.
El kinesiólogo agregó que el sóleo es un músculo que rara vez se trabaja de forma específica, pero que se activa constantemente al caminar o trotar, lo que lo vuelve propenso a lesiones.
“Todo es progresivo. Hay que observar que el jugador no se contracture”, remarcó.
La adaptación
Los refuerzos también atraviesan un período de adaptación. Apenas llegan, trabajan con Mustafá para ponerse a punto antes de sumarse al resto del grupo.
“Primero indagamos sobre qué venían trabajando y, poco a poco, les incorporamos la pelota para evaluar su toma de decisiones. Eso lo combinamos con ejercicios aeróbicos para que se pongan a tono con el grupo”, explicó el “profe”. Ese período suele durar unos tres días, aunque depende de las condiciones físicas del jugador.
“Tenemos casos como Clever (Ferreira) o (Maximiliano) Villa, que no necesitaron adaptación porque venían con ritmo de competencia y no pararon”, indicó. Claro, los mencionados se sumaron directamente al grupo sin pasar por una fase previa.
Además, a los futbolistas se les colocan GPS en las pecheras. “Nos brindan datos sobre cuánto corre un jugador, a qué intensidad y otros aspectos que nos ayudan a planificar el trabajo. A eso se suman encuestas previas y posteriores para evaluar su adaptación”, concluyó.